Las estrategias para gestionar la incomodidad

Hilda Fainsod
7 nov
3 Min. de lectura

La habilidad que distingue a los líderes que crecen de los que se agotan y no logran

Hay un momento en el camino de crecimiento que elegimos o al que llegamos debido a los desafíos que enfrentamos, que se siente la incomodidad, generando estrés, frustración, desgaste y malestar.

Ya no basta con planear mejor, hacer más o controlar cada detalle. Llega un punto en el que la incomodidad aparece - silenciosa, insistente - y nos confronta con todo aquello que no conocemos, a lo que no respondemos o que simplemente no podemos controlar.

Muchos líderes llegan ahí con la tentación de acelerar, corregir o buscar respuestas inmediatas y el camino es diferente. Te invito a una nueva perspectiva para crear en la incomodidad, algún grado de adaptación, para no obstaculizarte, sino transformarte.

Lo que lleva a la incomodidad

La incomodidad surge cada vez que el terreno conocido se vuelve insuficiente. Se activa cuando:

No hay certeza y aún así hay que decidir.
El equipo no responde como esperas.
Tu energía no alcanza el ritmo que tú mismo impusiste.
O cuando te das cuenta de que lo que te trajo hasta aquí no te llevará al siguiente nivel.

En esencia, la incomodidad aparece en el cruce entre quién fuiste y quién quieres ser.

Y ese cruce no es cómodo porque exige soltar viejas certezas, modos de control y hasta formas de ser y de creer que ya no encajan con la versión de líder en quien te estás convirtiendo.

Por qué la evitamos

Los líderes que crecieron en entornos de alta exigencia fueron premiados por su capacidad de resolver. La rapidez, la acción y el control fueron sinónimos de éxito. Pero ese mismo entrenamiento vuelve difícil permanecer en el espacio incierto, donde las respuestas no son inmediatas, la velocidad se ve reducida y las emociones incomodan.

Entonces, muchos reaccionan desde el piloto automático con respuestas como las siguientes:

Hiperacción: llenar la agenda para no sentir.
Control excesivo: dar órdenes para recuperar la seguridad.
Desconexión emocional: silenciar lo que incomoda en lugar de escucharlo.

El problema es que todo lo que evitamos… termina dirigiendo nuestra vida desde la sombra. Y la incomodidad que no se enfrenta, se repite.

Cómo sostener la incomodidad sin frustrarte

Sostener no significa resistir o forzarse, significa estar presente en medio del malestar sin perderte en él.

Estas prácticas pueden ayudarte a hacerlo:

Nombra lo que ocurre. La incomodidad pierde poder cuando se articula por medio del lenguaje. “Esto me incomoda porque no tengo claridad todavía” o “Estoy frustrado por no poder controlar el resultado”.
Practica pausar. Antes de reaccionar, respira. Esa pausa breve refuerza tu conciencia y te pone en un mejor estado de bienestar.
Observa sin juzgar. En lugar de etiquetar las emociones como “negativas”, obsérvalas ya que te brindan información. Son brújulas internas.
Busca tener mayor perspectiva. Pregúntate: ¿Qué me está mostrando esta situación respecto a mi manera de liderar, de relacionarme, de exigirme?
Suelta el resultado. Cuando dejas de intentar controlar cada paso, aparece algo más grande: la posibilidad de crear desde la confianza y la exploración, no desde el temor.

El regalo detrás de la incomodidad

Cada vez que eliges gestionar tu incomodidad en lugar de huir de ella, algo en ti se expande. Se fortalece la paciencia, la claridad mental, la convicción y la confianza; y sobre todo, tu equipo lo percibe. Porque las personas no confían en quien siempre tiene el control, sino en quien puede mantener el centro en medio del caos.

Sostener la incomodidad no te debilita; te vuelve más humano, más sabio y más auténtico. NO tenemos todas las respuestas, pero SÍ podemos obtenerlas. Ahí nace el liderazgo que inspira y transforma sin agotarse.